
Raíces que se manifiestan
“Ella, tan espontánea y buena bailarina como su papá”. Una pasión que nació de ver a su madre bailar torbellinos, bambucos y pasillos. Sonia cultivó un amor que de a poco se convirtió en su vida entera. Allí, en Labranzagrande (Boyacá), descubrió que su cuerpo era el mejor instrumento para interpretar la música colombiana y quería dedicar su vida a ello. Sus primeras presentaciones fueron en su escuela, su madre fue su primera coreógrafa y su padre su primer admirador.

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Foto tomada por: Deisy Triviño
Las dificultades para ensayar eran evidentes, cada niño vivía a una distancia considerable, los medios y los recursos para transportarse eran escasos como el agua en días de verano. Tener una presentación para ellos era una alegría inmensa, pero de igual manera requería de un esfuerzo por parte del grupo que solo la pasión por la danza podía lograr. Muchos tenían que dormir la noche anterior en la escuela para asegurarse de que todos estuviesen a tiempo y preparados para la presentación.
Sus trajes tal vez no eran de las mejores telas, ni su maquillaje de la mejor marca, pero los unía un mismo gusto, la danza.
El mismo gusto lo compartía Juan Pablo, un joven del municipio de Tenza (Boyacá), lugar en el que el arte y la cultura en general parece añadida genéticamente por excelencia, y el motor de cada uno de sus habitantes. Para él, la danza folclórica ha sido desde hace varios años el motor de su vida.
Ingresar al grupo de danzas del municipio era casi un privilegio, ya que a este pertenecían en su mayoría jóvenes hijos de profesores o aquellos con recursos suficientes para poder asistir. Nunca pensó que un pequeño grupo llamado “Asociación Cultural Chinguaya” de un municipio pequeño se convirtiera en uno de los mejores grupos de danzas de Boyacá, y no gracias al apoyo de alguna entidad estatal, sino del esfuerzo de cada uno de sus integrantes que con constancia y dedicación han estado ahí presentes, construyendo no solo una imagen, sino una representación de la cultura colombiana. El nuevo trasegar de la danza los ha llevado a la creación de puestas en escena basadas en investigación de su región; cada día se convirtió para Juan Pablo en un reto para crecer no solo en su formación personal sino en la de muchos jóvenes que como él tienen un gusto por la danza -“en todas las casas, en todas las familias hay alguien que baila…” y que tal vez por arraigos culturales un tanto machistas han tenido miedo e inseguridades para expresar con el baile el rescate de las tradiciones de su pueblo.
Como Chinguaya, muchas agrupaciones más han tenido las mismas dificultades: la distancia, la constancia de sus integrantes y el esfuerzo por poner en escena todo lo aprendido, es una tarea que los directores han tenido que enfrentar, no solo las dificultades técnicas sino del aprendizaje de sus alumnos ya que ha sido mucho más complejo llevar talleristas a lugares tan apartados o de difícil acceso.
Sin embargo y pese a todo, Sonia y Juan Pablo en la lejanía de sus pueblos lucharon con las dificultades que cada día se les presentó en el desarrollo de este arte, aprendieron que la danza folclórica es una expresión que no necesita siempre de muchas ayudas de terceros, sino que por sí misma esta se manifiesta con sus mejores galas en los momentos más indicados.
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Sonia finalmente estudió licenciatura en Educación artística con énfasis en danza y es ahora profesora de la Universidad Católica de Colombia, su dedicación ha llevado el grupo de danzas a un nivel más alto, presentándose en diferentes espacios con creaciones diferentes. Se ha encargado también de inyectarle esta pasión a mujeres que pasan sus días recluidas en la cárcel El buen pastor sin ganar más que la felicidad que le brindan estas personas, pero esta esta será otra historia.
Juan Pablo estudió Psicología en la Universidad Nacional y aunque actualmente trabaja para una ONG en Bogotá su amor por el baile lo ha llevado a hacer parte de diferentes proyectos dancísticos en el departamento de Boyacá fortaleciendo de apoco la danza rural y el rescate de aquello que nos identifica como colombianos; Nuestro Folclor.
